Por Roberto Abusada
Presidente del Instituto Peruano de Economía (IPE)
La elección de Donald Trump como próximo presidente de Estados Unidos ha sido recibida con estupor en la mayor parte del mundo civilizado. Se confirma la tendencia mundial hacia los nacionalismos, la xenofobia y el proteccionismo. Estados Unidos ha sido señalado por muchos por ser el actual exponente máximo del excepcionalismo -aquella postura de ser un país excepcional y por lo tanto no sujeto a las obligaciones y reglas normales aplicables al resto del mundo-, ahora su futuro gobernante se perfila como dispuesto a llevar aspectos de tal actitud a un intolerable extremo: si mis socios de la OTAN no contribuyen dinero y personal en la medida que a mí me parece, pues yo no los defiendo en caso de agresión; si a mí me parece que China está subvaluando su moneda, entonces yo impongo 45% de aranceles a las importaciones desde ese país; si encuentro que EE.UU. tiene muchos inmigrantes indocumentados o de tal religión, pues los deporto; si mi vecino del sur no ha evitado la emigración hacia mi país, entonces yo construyo un muro y lo obligo a pagar el costo de su construcción.
Ese excepcionalismo incremental encierra el potencial de llevar al mundo a una era de conflicto y pobreza inusitada en el mundo actual.
Cabe preguntarse si el Trump grosero, demagogo, fanfarrón e irresponsable al referirse al uso del arsenal nuclear será el mismo que sea capaz de tal comportamiento una vez sentado en la oficina oval. Todo hace pensar que una vez en el cargo, atemperará sus más extremos reflejos. Recordemos que Trump llega al poder con mayoría en el Congreso, pero a la vez con un Partido Republicano en crisis: alguien que no es realmente de los suyos, un ‘outsider’, ha sido elegido presidente.
En el Perú nos hemos preocupado principalmente por los efectos económicos, y en particular los comerciales, que produzcan la elección estadounidense. Es cierto que parte importante (15%) de nuestro intercambio comercial se realiza con Estados Unidos y bajo la vigencia de un tratado de libre comercio (TLC), pero también es cierto que la mayor parte del comercio peruano se realiza al amparo de muchos tratados comerciales firmados con los países más avanzados del mundo, al igual que con América Latina. La probabilidad de que EE.UU. se embarque en la revisión del TLC con el Perú es, a mi juicio, remota. Sin duda existe gran preocupación en México por la posible revisión del TLC con Estados Unidos. Pero aun en ese caso, basta entender la profunda interrelación industrial que poseen ambos países para restar probabilidad a una acción que perjudicaría de manera notable a EE.UU.
Las miles de empresas estadounidenses en México integran cadenas de valor vitales para la industria y los consumidores del propio EE.UU. Apenas Trump tome conciencia de lo valioso de esa relación y el peso político que esta conlleva, veremos cambiar el tono agresivo de su campaña electoral por otro lleno de adjetivos relativos a la cooperación entre los dos estados.
El peligro real es otro: que Trump tenga algún éxito en tomar unilateralmente decisiones proteccionistas en un mundo totalmente interconectado económicamente. Esas decisiones sí pueden desencadenar reacciones impredecibles en el resto del mundo, acarreando consecuencias devastadoras. Después de haber sido tomado por asalto y dividido el Partido Republicano, no es posible seguir teniendo certeza en que mantenga su tradicional postura a favor del libre comercio, aquella que con sus votos hizo posible el TLC de Norteamérica y todos los demás tratados de libre comercio.
De todos modos, el profundo negativo impacto psicológico que la elección de Trump ha tenido en México puede tener efectos beneficiosos para el fortalecimiento de la Alianza del Pacífico (AdP), en el sentido de avanzar en su consolidación y en el fortalecimiento de su relación con Asia y Europa. Podrá o no aprobarse el Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP) por el Senado estadounidense, pero en cualquier caso hay que tener presente que los países de la AdP cuentan ya con tratados comerciales con muchos de los países que integran ese grupo, y adicionalmente con Europa.
En medio de toda la incertidumbre en que la elección de Trump nos ha sumido, quizá los países de la AdP vean en este nuevo escenario un estímulo para hacer valer el enorme potencial que este acuerdo integrador abierto al mundo tiene. Pesan sus 220 millones de habitantes, su producción de 1,8 billones de dólares y la expectativa que su desarrollo ha despertado en 49 países de todo el mundo.